Lancaster, Pensilvania: auténtica experiencia amish

Los amish llegaron a Lancaster en la década de 1720 y viven de una manera que nos hace recordar un mundo algo menos complicado. Fue fascinante aprender que buscan la autosuficiencia, no depender de los demás para existir. Fabrican ellos mismos gran parte de su ropa y las niñas sujetan los vestidos con alfileres, para que crezcan con ellas con el paso de los años. Usan lámparas de propano e instrumentos de hierro, además de refrigeradores a gas. Sus equipos para ordeñar y los pozos son impulsados por compresores. Poco antes del inicio del nuevo milenio, los amish comenzaron a usar energía solar para generar electricidad.

Mi punto de partida fue un recorrido por The Amish Village, en medio de las exuberantes tierras de cultivo. Aquí los visitantes experimentan plenamente la cultura amish actual. Tiene una auténtica casa amish de 1840, una escuela con una sola sala (los niños asisten hasta los 13 o 14 años) y un corral con vacas, ovejas, pollos, cabras y caballos, además de una herrería y un mercado.

Luego me dirigí al este, hasta Kitchen Kettle Village, sede de 42 boutiques y restaurantes como el familiar Jam & Relish Kitchen, un paraíso para los sibaritas. Son literalmente cientos los exquisitos manjares para probar, como mermeladas y salsas. También hacen el famoso pastel Whoopie, creado en Lancaster. Me devoré el dulce y esponjoso pastel relleno de crema de mantequilla y pasé más de una hora probando todo lo demás.

Antes de irme, visité Village Quilts para ver la extraordinaria selección de edredones y tapices hechos a mano. También vendían “quillows”, edredones que pueden plegarse para formar una almohada. ¡Perfectos para descansar en mi sofá en una tarde de domingo!

Para aprovechar al máximo mi experiencia en la tierra de los amish, hice un recorrido desde Kitchen Kettle Village en un auténtico coche tirado por caballos. Jerry y Jimmy me pasearon durante una hora, sin darse por enterados cuando pasaban los autos a toda velocidad. Trotamos por los caminos secundarios, un puente cubierto y a través de los cultivos.

Muchas de las casas que pasamos eran recreaciones coloniales y de estilo victoriano de fines del siglo XIX; me di cuenta de que puedes identificar las casas amish por las persianas verdes de las ventanas y la ropa colgada.

Almorcé en el Plain & Fancy Farm Restaurant, de estilo familiar y con mesas compartidas. El pollo frito estaba delicioso, crujiente por fuera y tierno y jugoso por dentro. Y el pastel de manzana Snitz era para morirse.

Luego caminé a mi habitación para relajarme en AmishView Inn & Suites. Rodeado por campos de maíz, es un excelente lugar para hospedarse. La bañera era gigantesca; me serví un vaso de vino tinto y me di un baño de burbujas para terminar el día perfecto.

Es uno de esos lugares que tienes que ver en persona para apreciarlo de verdad. ¡No dejes de vivir una auténtica experiencia amish cuando viajes a Lancaster, Pensilvania!